Durante varios siglos, la presencia femenina en el mundo del arte como artistas destacadas, no gozó del reconocimiento merecido y en consecuencia es tristemente escaso el número de obras realizadas...
Durante varios siglos, la presencia femenina en el mundo del arte como artistas destacadas, no gozó del reconocimiento merecido y en consecuencia es tristemente escaso el número de obras realizadas por mujeres en la actualidad hemos heredado. Si bien existieron numerosas mujeres que se dedicaron a la creación artística, es cierto que muy pocas lograron ser reconocidas en su tiempo y que muchas de dichas obras fueron posteriormente atribuidas a varones. No obstante, en el momento en que se develaba la verdad sobre la femineidad de la autora, el valor de la obra descendía y por otra parte poco era el mérito obtenido cuando una mujer lograba ser reconocida a través de los siglos de la historia del arte, ya que luego eran rápidamente olvidadas, incluso despreciadas. Una gran proporción de estas artistas entablaron contacto con el arte al ser parientes de pintores, viéndose relegadas por el ambiente en el que actuaban como simples colaboradoras. En los talleres de los pintores, generalmente la hija, copiaba, preparaba los materiales y grababa la obra del maestro.
La costosa tarea de conservar las pinturas era sólo factible cuando el valor de esta lo justificara, por lo tanto, esto dificultó más aun la permanencia y reconocimiento a través del tiempo del nombre de las artistas femeninas. Estas mujeres artistas, de fuerte espíritu e inquebrantable voluntad, fueron avanzadas en su tiempo y eran dueñas de un deseo de superación personal, de disciplina y resiliencia para luchar contra la adversidad manifestando sus habilidades creativas. Una de estas mujeres fue la hermana Joana Baptista, la autora del cobre que presentamos que representa a Santa Teresa teniendo una visión de la Sagrada Trinidad. Esta pintura está inspirada en uno de uno de los grabados pertenecientes a la serie sobre la vida de Santa Teresa de Ávila, realizada por Adriaen Collaert (c.1560-1618) y Cornelis I Galle (1576-1650). Poca atención se le ha prestado a Joana Baptista y ha pasado desapercibida hasta tiempos más recientes en los que se valora y reconoce sin prejuicios absurdos el talento de la mujer como copartícipe del proceso creativo en la historia del arte. El doctor Vítor Serrão, quien con sus investigaciones ha realizado grandes aportes para el estudio de la pintura antigua portuguesa, menciona en el catálogo de la exposición Rouge et Or: trésor du Portugal Baroque, Museé Jacquemart-André, París, 2001, que existieron en el siglo XVII además de Josefa de Ayala, otras pintoras que han sido nombradas por cronistas de su época, como Cecília do Espírito Santo, monja del convento de Chagas de Vila Viçosa, la noble María Madalena de Castro, Maria dos Anjos, profesa en el convento de Santa Maria de Sena en Évora, Teodora Maria Andino, activa en Faro y la noble Doña Ana de Lorena, consideradas artistas de cierta capacidad y de gran sensibilidad. En dicha exposición se exhibió una pintura sobre cobre de nuestra Sor Joana Baptista representando a “Santa María Magdalena” que nos muestra una delicada pintura realzada con finas aplicaciones de oro y una obsesiva atención a los detalles. Originariamente esta obra procede del Convento do Salvador, en Braga y en la actualidad forma parte de la colección del Museo Nacional de Arte Antiguo en Lisboa. En el Museo Nacional de Évora, en Portugal, encontramos un bellísimo oratorio también realizado por Sor Joana Baptista, que representa una apacible y risueña Sagrada familia. En este caso la pintora opta por incorporar además del cobre, también la madera como soporte pictórico. Embellece cada una de las escenas enmarcándola con motivos geométricos y haciendo generoso uso del dorado, recrea un brillante resplandor celestial.
Llama la atención la preferencia de Sor Joana Bapstista, al igual que la mayoría de las pintoras de su centuria, de crear obras de pequeño formato, dando vida a un arte íntimo, exquisito y delicado donde se evidencia su delicada femineidad.
Pocos son los datos sobre la vida y la obra de Sor Joana Batista. Según Vitor Serrao, Sor Joana era el nombre artístico o espiritual que Doña Jerónima de Meneses había adoptado, quizá seleccionando la versión femenina del nombre del patrón del convento maltés de Estremoz donde vivía, São João Baptista. Felgueiras Gayo, en sus apuntes sobre el Nobiliario de Familias de Portugal menciona un hijo y cuatro hijas resultantes del matrimonio de Don João de Meneses con Doña Madalena da Silva y aunque tres de ellas dedicaron su vida a la iglesia, solo Doña Jerónima vivía en el convento de Estremoz. Figura destacada fue también el hermano de Sor Joana, Don Manuel de Meneses (1565- 1628) quien fue cronista del Rey.
Los protagonistas de la escena de La visión de Santa Teresa de la Santísima Trinidad descansan sobre un colchón de nubes celestiales y mientras Santa Teresa, que está arrodillada con sus manos unidas en actitud de plegaria, recibe la bendición de Dios Padre y de Jesucristo. La paloma, de la que se desprenden sendos rayos, completa la Santísima Trinidad que a su vez está enmarcada con un halo de vibrante luz naranja. Cristo sostiene una cartela con la siguiente inscripción en latín: VIDE FILIA QUIBUS BONIS FE PRIVENT FF.C CATORES. Como en una representación teatral, ángeles y querubines ofician de alegres espectadores observando y comentando la escena. La obra es colorida y los finos dorados insertados en ella la realzan magistralmente. La artista dominaba ampliamente la técnica del dorado y decoraba sus obras con finísimos trazos del grosor de un pelo.
“Una vez entendí como estaba el Señor en todas las cosas y como en el alma, pusoseme una comparación de una esponja que embebe el agua en sí. Habiendo acabado de comulgar dia de san Agustin, yo no sabré decir cómo se me dió á entender, y casi áver, sino que fue cosa intelectual y que pasó presto, como las Tres Personas de la Santísima Trinidad, que yo trayo en mi alma esculpidas, son una misma cosa. Por una pintura tan extraña se me dió á entender y por una luz tan clara, que ha hecho bien diferente operacion que tenerlo por fée. He quedado de aquí á no poder pensar ninguna de las Tres Personas Divinas, sin entender que son todas tres, de manera que estaba yo hoy considerando, como siendo tan una habia tomado carne el Hijo solo, y dióme el Señor á entender, como con ser una cosa eran tan distintas. Son unas grandezas que de nuevo desea el Alma salir de este embarazo que hace el cuerpo para no gozar de ellas. Queda una ganancia en el alma, con pasar en un punto, sin comparación mayor, que con muchos años de meditación, y sin saber entender cómo”.
Párrafo de la catequesis que el Papa Benedicto XVI dirigió a los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI para la audiencia general, y que dedicó a la santa española Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, el día 3 de febrero del año 2011.
“Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todo tiempo. Nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción, a sentir realmente esta sed de Dios que existe en nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscarlo, de tener una conversación con Él y de ser sus amigos. Esta es la amistad necesaria para todos y que debemos buscar, día a día, de nuevo”.